Profanación del Vino PROFANACIÓN DEL VINO «Entonces Noé comenzó a cultivar la tierra y plantó una viña. Y bebiendo el vino, se embriagó y quedó desnudo en medio de su tienda» (Génesis 9:20-21). Noé pudo haber plantado otra cosa más provechosa que la viña, cuyo fruto convertido en vino y tomado en exceso, acarrea tantas desdichas. Por esto es que algunos judíos vierten Génesis 9:20 de la siguiente forma: «Y comenzó Noé, hombre de la tierra, a hacerse profano y plantó una viña.» Esto resulta de que en hebreo, la conjugación de los verbos comenzar y profanar, se escriben de forma similar (lejatjil y lejalel) Noé se embriagó con el vino y en su borrachera, su desnudez quedó descubierta en el interior de su tienda. La embriaguez produjo pérdida temporal de la razón y de la decencia: «EL vino es escarnecedor, la cerveza alborotadora; Y cualquiera que por ello errare, no será sabio» (Proverbios 20:1 RV1909). Por esta razón, es acertado decir que Noé se profanó, porque actuó sin sabiduría al beber vino hasta embriagarse. El vino y toda clase de licor profanan al ser humano al entorpecer la mente y acarrear desgracias: «Escucha tú, hijo mío, y sé sabio; endereza tu corazón en el camino. No estés con los bebedores de vino, ni con los comilones de carne. Porque el bebedor y el comilón empobrecerán, y el dormitar hará vestir harapos» (Proverbios 23:19-21). Aquellos que aman el vino y la vida de placeres no prosperarán, sino que vivirán en pobreza material y/o espiritual. La Palabra de Dios nos aconseja no beber vino: «¿Para quién será el ay? ¿Para quién será el dolor? ¿Para quién serán las rencillas? ¿Para quién los quejidos? ¿Para quién las heridas gratuitas? ¿Para quién lo enrojecido de los ojos? Para los que se detienen mucho sobre el vino; para los que se lo pasan probando el vino mezclado. No mires el vino cuando rojea, cuando resplandece su color en la copa, cuando entra suavemente. Al fin muerde como serpiente, y envenena como víbora. Tus ojos mirarán cosas extrañas, y tu corazón hablará perversidades. Serás como el que yace en medio del mar, o como el que yace en la punta de un mástil. Dirás: "Me golpearon, pero no me dolió; me azotaron, pero no lo sentí. Cuando me despierte, lo volveré a buscar."» (Proverbios 23:29- 35). El vino acarrea desgracias, dolor, rencillas, heridas y muerte. Produce perder la razón y la vergüenza y se habla todo tipo de disparates, incluso contra Dios. Lo que el ser humano diga o piense, aun en estado etílico, dará cuentas por eso. ¿Quiénes son los que beben licor? «No es cosa de reyes, oh Lemuel, no es cosa de reyes beber vino; ni de los magistrados, el licor. No sea que bebiendo olviden lo que se ha decretado y perviertan el derecho de todos los afligidos. Dad licor al que va a perecer, y vino a los de ánimo amargado. Beban y olvídense de su necesidad, y no se acuerden más de su miseria» (Proverbios 31:4-7). El licor es para los moribundos sin esperanza, para los amargados y para los miserables. Los cristianos no somos moribundos, porque andamos en novedad de vida en Cristo Jesús. No somos amargados porque hemos probado la dulzura de Cristo. Tampoco somos miserables, porque a bendición hemos sido llamados. De manera que quien bebe licor se ubica en lugar desprestigiado, lejos de Dios y sin esperanza. Todos los que están sin Cristo, que se den a la vida del vicio y del desenfreno, pero lo que estamos con Cristo, debemos tener una vida santa, apegada a Dios. Hay una sentencia contra los que aman el vino: «¡Ay de los que se levantan muy de mañana para ir tras la bebida, y siguen hasta la noche, hasta que el vino los enciende!... Ay de los que son valientes para beber vino, y hombres fuertes para mezclar licor» (Isaías 5:11,22); «¡Ay de la corona de soberbia de los borrachos de Efraín y de la flor marchita de la hermosura de su gloria, que está sobre la cabeza de los que se glorían de la abundancia, de los aturdidos por el vino!... Pero también éstos han errado a causa del vino, y han divagado a causa del licor. El sacerdote y el profeta han errado a causa del licor; han sido confundidos a causa del vino. Han divagado a causa del licor; han errado en su visión y han titubeado en sus decisiones» (Isaías 28:1,7). Los creyentes cristianos hemos recibido el Espíritu Santo para ser guiados por Él a toda verdad, pero el vino provoca pérdida de la conciencia por lo que quedamos expuestos al engaño y a la muerte: «Y no os embriaguéis con vino, pues en esto hay desenfreno. Más bien, sed llenos del Espíritu» (Efesios 5:18). Querido lector, ¿de qué estás lleno, de vino o del Espíritu Santo?